martes, 21 de octubre de 2008

El alevín


Elizaria Flores (Caracas, 1961)



En el N° 3 de El Salmón - Revista de Poesía inauguramos una nueva sección llamada "El alevín", espacio dedicado a las nuevas voces que se encuentren emergiendo (o sumergiéndose) en la poesía venezolana actual. En esta ocasión utilizaremos nuestro blog para complementar la selección de textos que hicimos para "Artefactos" del poemario Variaciones no estables del hablante 5972, escrito por Elizaria Flores, poeta venezolana radicada en Mérida.

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1.
Ficción
Sombras que ocultan una sombra
Trama de huidas cotidianas
Soflama y artificio
Me escondo en el relato diario

2.
Olvido, desdibujo, larga caída en un abismo liso con espejos
Girar sobre sí mismo y fragmentarse
Esta es mi fatua inmolación del día, suplicio inútil

10.
Una mujer y su sigilo dormitan al filo de la calle
Estrecha en callejón y deslustrada, la calle guarda ciertas atrocidades
La palabra geranio con sus muertos, un odio, una vigilia
Cierta fragancia que pudo ser el mar o la agonía
La madrugada es breve

17.
En el filo bailando, en las horas pico, contando los pasos
Al borde de la raya amarilla
Sin estridencias
Viendo pasar los trenes, calmadamente calcular distancias
Esto es la lucidez y la cordura

35.
Las noches caen inclementes
Con vidrios rotos y con frío, las noches caen sobre la ciudad
Una arenilla fina
Hojas secas
Insectos.

36.
En las noches que son para morir, no muero
Vago entre todo lo dispuesto mientras la muerte ostenta sus carros y sus balas
Sus ladridos, sus pájaros, sus voces agitadas
Órdenes y elecciones exhibe sus catálogos, impúdica
Mi negativa es su estupor. No muero

elizaria@gmail.com

SATURNIANA

A C. Zumeta.






*

* *

Vamos a los caballitos!

Cada uno estrellas!

No son aviones!

Ni vacas!

Hu! Hu!


Son naciones cinco!

Que dan vueltas

Como gotas!

Ha! Ha!


Con música de Marte

en cuerda de Orinoco!

Míralos!

y sube!

He! He!


Tus cornucopias abundancia

embistiendo a miseria

Banderas! Espigas!

Pampa azul!

Ho! Ho!


En ella: Forwards!

C. V. Un par de coces!

Blanco potro!

Llanero!

Hi! Hi!






___El lenguaje original de este canto tiene cierta analogía con el de los latinos que habitaban la Tierra, siendo sin embargo del grupo de lenguas peninsulares, desaparecidas con el cataclismo que hundió a España e Italia y parte del Mediodía de Francia. El idioma menesolano (Menesola se llamaba el país donde lo hablaban) nos da una idea de lo que era el extinto español, italiano o francés, y muestra además la influencia de otras razas comerciantes, pues se parece a las palabras de las claves que nosotros usamos en nuestro comercio con los planetas. De los Menesolanos se sabe poco, pero sí está puesto en claro, que su anhelo era morir al tener uso de razón y no la empleaban sino con este fin, llegando a él sea por medio de discusiones o de guerras1, dirigidas por Menesolanos que no tenían lo que llamamos en Saturno, prestigio ni patriotismo, pero que los Menesolanos seguían ciegamente con tal de perecer. Tenían tan desarrollado este instinto que si por casualidad alguno de ellos tenía la buena idea de mantenerlos en paz, todos se ponían a conspirar contra él y lo vilipendiaban. Este modo de pensar, es para nosotros tanto más incomprensible cuanto que los Menesolanos no podían como nosotros morir en el Planeta y resucitar en el Anillo, a voluntad! Pero de nada debemos extrañarnos cuando se trata de un Planeta tan atrasado como fue la Tierra. Y además, mal podemos darnos idea de Menesola, que como París, p. ej., causa tantas discusiones en el mundo de los sabios saturnianos. Si de París sabemos con toda exactitud que estaba situado en el Istmo que unía el océano Atlántico al Pacífico, no tenemos tal certeza con respecto a Menesola que el eminente List Uao colocó, primero en el Polo Norte de la Tierra y luego, corrigiéndose, en el Polo Sur! Lo que sí parece es que este pueblo había logrado servirse de los ríos para captar la música que tocaban en Marte. Problema que no hemos podido resolver nosotros y que sea dicho con franqueza, es una vergüenza.



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___1.___Después de una marcha por las costas de Cororo, penosa y mortificante para el Ejército tuvimos un percance: Dos vapores del Gobierno Nacional, viéndonos andar por plenas sabanas se nos vinieron encima para ver qué fuerzas éramos y tanto yo que era el jefe como el del Estado Mayor General presentimos un desastre, porque las tropas les tenían pavor a los cañones y así nos desbandamos en lo que éstos empezaron a tirarnos ponchas… Pudimos reunirnos tierra adentro, y gracias a un indio viejo que topamos en un rancho sin techo, salimos al pueblo de Cocuyo donde fuimos recibidos por los habitantes y tres cajas de música tocadas por tres italianos pianiteros. Estuvimos allí una semana y levanté un emprésito forzoso a nombre de los Principios, dedicándome a enseñarles a los oficiales la guerra de guerrillas, tal como la entendía el Estado Mayor General de Generales que componían nuestras tropas, en donde había solo cuatro soldados rasos no ascendidos por no tener más títulos de General entre los papeles del archivo, que metidos dentro de cuatro latas, formaban la carga de una mula negra muy mañosa. Ya descansados decidí abrir operaciones y destacar un cuerpo de 25 hombres hacia la boca del río; tuvo que retroceder, porque en ella estaban otra vez las cañoneras lloviendo plomo. Entonces me hablé con el inglés jefe de la mina de cobre para que fuese a bordo y les dijera que no nos tirasen pues la tropa se componía de oficiales. Le contestaron que fuera yo a decirlo o que me presentara a las tropas del Gobierno, acampadas al fin de la línea del ferrocarril que salía de la mina. El Estado Mayor General se reunió en casa del inglés, donde por poco nos matamos echándonos la culpa de lo que pasaba. El inglés aceptó dejarnos ir por la línea a condición de que le pagaran una pila de libras esterlinas por los daños que iba a sufrir. El comandante de las cañoneras convino en que la reclamación la pagaría el Gobierno, si el inglés le arrimaba la canoa después.

Nos pusimos en marcha por la vía del ferrocarril, pero antes, formamos una tirería al aire para gastar las cápsulas. Procedimos a quemar los papeles y le regalé la bandera al indio baqueano para que le sirviera de cobija por ser de lana colorada. Cuando llegamos a entregarnos, fue con las botas rotas y las bestias mancadas, pues el balasto era ganga de cobre, que cortaba como un ácido las suelas y los cascos.




(STBL&AI&OA&RC&NS)

Presidente del Triángulo de los Dos Lados —

Director del Cubo Científico del Anillo —

Inventor de los Asteroides Reconstituidos y Ministros para

las Relaciones con Planetas Atrasados. —

Saturno 10.0001/99/00).



Salustio González Rincones

De La yerba santa (1929).

En Antología poética. Caracas: Monte Ávila Editores, 1977. pp. 177-181.

Biblioteca Nacional de Venezuela. Cota: V861.42 G643

martes, 7 de octubre de 2008

Hechos



Este ejemplar de Hechos (1960) de Arnaldo Acosta Bello, ilustrado por Ligia Olivieri y editado por Tabla Redonda, fue adquirido en la librería El emporio del libro, de la ciudad de Maracaibo

No tengo alianzas. Declaro mi aversión a los círculos, a las espirales, a las oficinas, a las policías, a los museos.

Amanecí como decía mi madre. Deseo pelear. Mi nariz anda en busca de ustedes. Prepararé mi hígado. Mis vísceras brillan, mis castigos no existen en tratados, no están en códices.

Me basta el ojo.

He contemplado demasiado, he esperado este momento, he callado y vuelto a callar, he perdido el tiempo, he permanecido cocodrilo en agua de zoológico. Cerrando un ojo, abriendo otro, mostrando dientes a distancia.

He reunido en mis gavetas toda letra caída.

Como ustedes prefieran: libros, artículos de prensa, cadáveres exquisitos, paneles.

Mi cuarto está tapizado de recuerdos. Catálogos, estupideces. Los bolsillos rebasan de estos arenques.

Vuestra conversación ha pasado por mí como por un cable de teléfonos. Mientras la espuma descendía en vasos, espiaba, parecía un águila.

Ahora soy esta catapulta.
Arnaldo Acosta Bello
De Hechos. Caracas: Ediciones Tabla Redonda, s.f. (1960). pp. 9-10.
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“Hechos subraya el carácter de poesía urbana, existencial y política de la serie [la de Cadenas, Sánchez Peláez, Pérez Perdomo, Aray, Calzadilla y Ovalles], en un sentido peculiarmente narrativo y de sobriedad metafórica que lo acerca sobre todo a la escritura de Calzadilla. Además, para la turbulenta década de los sesenta es insustituible como representación verosímil de un proceso dramático que desborda a su protagonista: el de un intelectual 'de izquierda' —un rebelde solitario no articulado políticamente— viviendo su aventura imaginaria en el cuadro de la violencia venezolana. La estilización de su contenido sociopolítico y la plasmación del conflicto a nivel existencial hacen de su personaje un emblema que trasciende la concreta situación de aquellos años, entre la caída de Pérez Jiménez y el comienzo de la lucha armada, otorgándole una validez aún actual.”

Julio Miranda
De Las aventuras imaginarias
(Lectura intratextual de la poesía de Arnaldo Acosta Bello).
Caracas: Academia Nacional de la Historia,
El libro menor N° 174, 1991. pp.57-58.
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Arnaldo Acosta Bello (Camaguán, 1927-Barquisimeto, 1996). Poeta y narrador. Perteneció al grupo Tabla Redonda, junto a Jesús Sanoja Hernández, Rafael Cadenas y Jesús Enrique Guédez, entre otros. Dirigió en Mérida la revista Actual. Algunos de sus poemarios son Hechos (1960), Fuera del paraíso (1970), Los mapas del gran círculo (1975) y Sereno rey (1979).
Julio Miranda (La Habana, 1945-Mérida, 1998). Poeta, narrador y crítico. Es, quizá, quien de forma más completa se haya dedicado a ordenar y valorar la literatura venezolana. También fue un poeta inusualmente audaz. De sus poemarios pueden mencionarse Maquillando el cadáver de la revolución (1977), El poeta invisible (1981), Rock urbano (1989) y Así cualquiera puede ser poeta (1991).

lunes, 6 de octubre de 2008

Sobre algunas iniciativas en la poesía venezolana actual

El siguiente es un artículo sobre algunos proyectos que se están desarrollando actualmente en el terreno de la poesía venezolana, entre los que se incluye la revista El Salmón. Dicho reportaje fue escrito por el periodista Simón González y publicado el pasado 30 de septiembre en El Nacional.com. Pueden leerlo haciendo click en la imagen o en el siguiente link: http://www.el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/47425