viernes, 27 de febrero de 2009


Se les invita a la presentación del 4to número de El Salmón - Revista de Poesía, el jueves 5 de marzo de 2009 a las 7.00 pm en los espacios de la librería El Buscón, ubicada en el Nivel Trasnocho del C. C. Paseo Las Mercedes. Los esperamos.

Ya vamos por el N° 4



El cuarto número de El Salmón - Revista de Poesía se titula Soldado. En los textos recogidos en este número la palabra y el fusil se entrelazan en un mutuo y violento intercambio de vapores. El poema es el arma y la bala, el pecho y la mano que aprieta el gatillo. Cuando el poeta combatiente revela (no desde la manada ni el ejército) una voz que se urge ajena al poder, se convierte en la última trinchera con sentido.


Luis Moreno Villamediana explora la obra de Ismael Urdaneta, un casi desconocido poeta marabino que combatió en la Primera Guerra Mundial, tras alistarse en la Legión Extranjera. Pausides González presenta una lectura de Maquillando el cadáver de la revolución (1977) de Julio Miranda. El mismo Miranda, por su parte, ofrece una lectura de Fuera del paraíso (1970) de Arnaldo Acosta Bello, en un texto rescatado de su estudio Las aventuras imaginarias (1991). El dossier viene cargado con poemas de Ismael Urdaneta, José Lira Sosa, Víctor Valera Mora, Lucila Velásquez, Jesús Sanoja Hernández, Lydda Franco Farías, Víctor Salazar, Ángel Miguel Queremel, Olga Luzardo, Juan Martín Echeverría, Argenis Daza Guevara, Alí Lameda, Julio Miranda y Arnaldo Acosta Bello. También, el lector encontrará una selección de Nada sobre Piedra, poemario inédito de Reynaldo Pérez Só, y un sorprendente poema del joven José Delpino. El recorrido culmina con tres breves notas sobre poemarios de José Antonio Castro, Antonio Urdaneta y Lucila Velásquez.

Este número representa un nuevo año para El Salmón, lo que significa la superación de algunos hitos hemerográficos, que condenan a uno o a tres números a la mayoría de las publicaciones independientes sobre poesía que aparecen en el país. El aniversario trajo, además, un aumento en el número de páginas y mejoras en el papel y la calidad de la impresión, todo gracias a las prensas de Editorial Ex Libris.

Próximo número: "Vulgar".

El alevín II - José Delpino

José Delpino (Maracaibo, 1981)


Nuevamente aprovechamos nuestro blog para ampliar la muestra aparecida en "El alevín", sección de El Salmón dedicada a promover nuevas voces de nuestra poesía. Esta vez se trata del poemario Phanes, de José Delpino, del cual presentamos el texto XIII.


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XIII


cae el monte
se desgrana como pan humedecido por una gran boca
y su altura escupe su caída
el monte
en su vertical de ramillete seco
el monte
que desgrana como una torta de trigo oscuro
y en la vena hincada, entre los bloques de piedra,
la saliva inyecta haciendo barro

la tierra cuece
la falda gira
la cinta del pelo se ciega en el piso
la pendiente hincha el pie
la pendiente del monte que rueda

cunde noche
la fronda verde abre su sello
el agua suelta voces
la cortada sonora de un hada inmensa

cunde fronda
un cuerpo dormido yergue su herida
esta tierra se hace boca
promulga otra boca en otra tierra
esta tierra traga pies
esta tierra lame torsos

come la luna el sexo en el barro
come la baba negra en la greda
la luna carne
la luna tierra
piedra del cielo oscura

cae el monte
la noche que cunde
la fronda verde abriendo
el ojo de soslayo tras la reja de hojas
el ojo de soslayo tras la reja de hojas

cuece distancia
cuece piedra el torso
cuece el brazo y hala
viene
baja
del monte crece el ruido
una turba de pies mostrando el carbón de planta
al tiempo
al monte
una turba de cuerpo inmenso

cae el monte
gira la falda y suelta la herida
suelta el pie tras el pie la carrera
suelta cinta
suelta hogueras de pelo
hace boca su tierra
pronuncia el borde rojo
inmenso
mínimo

cielo
cielo vientre tu sordera blanca
la hiedra que turba
que se tumba en el barro
el ojo de soslayo tras la reja de hojas
el ojo de soslayo tras la reja de hojas

muda
muda recojes tu pelo
bajando el monte con tu saya henchida,
con tu turba de piernas erguida sobre la vertiente honda
erguida sobre la mordiente
allá
bajando
pies desnudos
hiedras torvas
retumban los pilares batientes sonriendo con sus plantas negras
al monte
al tiempo

caen pasos
caen pasos
la sangre coagula en flores
el frío, la lengua, coagulan
encienden abismos de pétalos

cae
cae tu seno al viento y lo empoza de carne
cae roja enredadera la lengua y se entorna por la nada
entre las hogueras
entre las lejanías

suena
suena penitente llamada tu grupa animal
suena tu cadera penitente huida
tromba embestida agua

cae el monte
cae el monte
cierras el paso con tu fronda de plata
con tu agria bebida negra en mi boca
con tu muñeca rota
frágil
quebrada

caen
reptan pétalos sobre la entraña oscura
cae
late víscera tu pecho
late aire y pulsa
pulsa
la mole verde
la mole viento que gira

quiebran círculos las hojas rojas
crece el aire su lengua y gira
hincha de ramaje el muro

late
late víscera tu pecho
late aire y pulsa
el labio musita su partida
pronuncia su borde rojo
cae en el envés del aire
inmenso
mínimo

cielo
es cielo vientre tu sordera blanca
una cruz en el desierto de los cielos
un abismo de ojos que ciñen tras la fronda

negra
santa oscura de manos encendidas
roja
santa de abismo
fruto de tu vientre la tarde
fruto de tu vientre caída
fruto de tu vientre mi semen de plata
fruto de tu vientre mi lengua
fruto de tu vientre la nada
fruto de tu vientre María rota
fruto de tu vientre María ciega

Santa madre de los dedos que miran
mordida es fruta nuestros pechos
nuestros pechos en hondas verticales
Santa madre de los dedos que miran
Santa madre de los dedos que miran

torre de marfil la punta de tu lengua
rosa de mirra
cuece tu sexo roto su labio
come fruto tu sexo
come sexo roto
come labio
come sexo erguido
come santa
come caminante
traga tiempo
lame brisa con su boca negra
con su oro rojo
con su carroña de hálito dulce
y traga tiempo
traga tiempo
traga tiempo

cae el monte
cae el monte a tu paso
y a tu paso se desatan las trancas de la lluvia
cae el monte de gente
cae el monte dormido

cae el monte

cae el monte

cae el monte y suena un río de entraña

de tu pie
que se yergue

alto

sobre la mordida



delpinoivivas@gmail.com

SOLDADO - 2.000 estrellas más arriba de la estrella polar



2.000 estrellas más arriba de la estrella polar
pasé, muerto de frío, con la luna en los brazos,
escupí las ciudades, las avenidas chisporroteaban como cirios
enfrente de las casas lucían llamas cuidadas como un árbol
sin conocimientos del agua.

Los cuartos con señoritas, los patios con mastines,
los manteles esperaban ansiosos el tintineo de cuchillos,
la consagración del vino donde una larva roja
huía entre el reflejo de las botellas.
La muerte de los pavos no cabía en las bandejas,
comidos fuera de navidad, sus huesos fueron arrojados
por la puerta de atrás de los pobres.

2.000 estrellas más arriba de la estrella polar, en una galaxia bella
no puedo describirla, fundé mi casa entre horcones de oro macizo
y puse un número también bello para distinguirla.
Seis días de trabajo y al séptimo colgué mi ropa por el cinturón
y salí al aire a lavarme las manos.
¿Qué hacen varadas las poblaciones con un cementerio a la salida
otro a la entrada, cada cual golpeando encima de su fosa
un metro alto de tierra sobre la cual se riegan las amapolas?
¿Qué hacen varadas las poblaciones con tallos de neón
siempre a la misma hora y con analfabetos buscando sus parientes
en direcciones anotadas entre letras gigantes, del tamaño de una pulgada?
¿Dónde el río, dónde el mar?
Talé montañas completamente olorosas, mi hacha se quebró
y busqué otra, más dura, oída en el Mediterráneo.
La gente oía los golpes y recibía noticias de incesante labor.
Icé las velas a orillas de los océanos
con provisiones que no le daban tregua al diente.
Mares rojos, mares inmóviles, mares espantosamente altos.
Los continentes recibían cada mañana un beso
los doblaba por detrás de penínsulas y las aves volaban encima
del timón como sobre una rosa.
No fue hoy, puedo decir que siempre. Aun antes del humo
cuando forzaba caracoles y destrozaba sus tapas para alimentarme,
cuando el cobre despertó clarín y el hierro recamaba los pechos
y lucía en las cabezas y en las picas sobre astas de madroño.
Ni yo ni mis cabellos éramos visibles, pues el polvo ejercía sus dominios.
Sólo mis órdenes a través de lo espeso
sólo los corazones manando sangre.
¡Ciudades mías, con brea ardiendo sobre los techos!
¡Siervos, adoro los domingos cuando salgo a bautizar vuestros hijos!
Dadme un almud de trigo y está bien. Os doy un calendario lleno
de Santos y mis iglesias queman incienso y canto sobre el atrio a coro.
Cazo mis jabalíes y no pregunto nada. La historia está sobre los
espinazos, marcadas con hierrro las gibas.
Cuando debía durar, duró. Somos exactos y entre desmayos
pasé por guillotinas cabezas coronadas. Fundí la cera
que sellaba los labios, visité las imprentas y durante tres noches
hubo más escritura que luises del Imperio.
Nieve de calofríos.
Le jour de gloire est arrivé
como un gran día, como un gran día.

Mucha necesidad de mar, como si el mar fuera de ingleses y de España.
Yo soy Sir Walter Raleigh de relente, y ya está distinguido ese
barco con siete capuchinos dormidos sobre cubierta.
¿Cómo evitar mis cañones de Sotavento, mi sonrisa pisando la seda
contando con un golpe de ojo las perlas, los doblones y todo cuanto
pueda aprovechar, reina mía?
Envío de los tesoros del cielo y de la tierra y los que lleva el mar.
Como una divinidad, y esto es otra cosa, las arenas de Asia
fueron guardadas entre cajones, finas, como cintura de la más bella hindú.
El mapa de las especias, más codiciado que sexo de egipcia, en el
puerto de Londres, marea de los mercaderes y entre sorbos de whisky
trazan con lápiz rojo los nombres misteriosos.
Oriente brilla como un brazalete de seda marcado con pedrerías.
2.000 estrellas más arriba de la estrella polar, el mundo hacíase
a su antojo, en tanto el Missisipi lleno de negros ahogados
y negros que ondean blancas vegas o negros sobre una rubia pradera
de tabaco. Negros arponeados y hundidos con la madera del arpón
hasta las costillas, empujados al fondo de la corriente, awk, awk, awk.
África recordada como en navidad, pateaban por el culo y caían de cabeza.
60.000 barcos florecían diseminados en el estuario.
Poco después de Abraham, trenes y aviones y una carreta llena
de pieles rojas despellejados, arrojados bocabajo. Los buitres
se tragaban los ojos en tanto Wall Street se erguía con ala de
platino tendida sobre los suyos.
Nos, americanos y latinos por añadidura, por la teta que despierta
hacia África, llegaron lusitanos dormidos bajo la gaita y el resto
de la tierra se ornamentó de españoles. Varones barbirrojos plantaron
un cafeto con círculos de agua brillando sobre la raíz.
El Dorado enterró rubios Belzares que lloraban por una cerveza
y hablaban con Sigfrido sobre el anca de los caballos.

2.000 estrellas más arriba de la estrella polar una luz vagabunda me ilumina
la cara y el corazón es nítido como el fruto de un árbol.
Más acá del Dunquerque, entre detonaciones ¡nada de infiernos! París
recostaba su Arco de Triunfo como un tulipán sobre el pecho de un muerto, y
Nagasaki saltó, tal una liebre, arrojada en el fuego.
Poderosos, semejantes al mar, los soviéticos balancean los hombros
y cantan con estruendo jamás conocido.
Entre sotos y moreras los chinos riegan su patria con arroz, como
en la boda y grandes torres ¡jamás arrepentidas! truenan sobre la infancia más bella.
Cuba nos mana del corazón como un chorro de sangre que llega hasta los cielos
y los pinta de oro, 2.000 estrellas más arriba
de la estrella polar. ¡Mi casa está teñida de alegría entre horcones de oro macizo!


Arnaldo Acosta Bello
De
Fuera del paraíso. Caracas: Monte Ávila Editores, 1970. pp. 63-68.
Biblioteca Nacional de Venezuela. Cota: V861.44 A185f